Clientes más exigentes, respuestas más imaginativas
Si bien los objetivos económicos son prioritarios, el mercado continúa demandando cada vez más prestaciones en los edificios. El ejemplo más claro es el del sector del ‘build to rent’, donde el edificio se diseña para acoger a un inquilino distinto al del mercado residencial tradicional. En el ‘build to rent’, el objetivo es el alquiler a largo plazo, no la compra, y priman los espacios compartidos y los servicios comunitarios.
Se trata de una tipología híbrida entre el hotel y el edificio residencial que plantea un importante reto a la hora de distribuir la edificabilidad. En estos casos, por ejemplo, es necesario tener un conocimiento muy avanzado de la normativa urbanística de cada emplazamiento para encontrar soluciones que permitan habilitar espacios y servicios compartidos sin sacrificar metros cuadrados de vivienda, lo que permitirá al promotor dotar a sus edificios de las máximas prestaciones comunitarias sin sacrificar su hoja de negocio.
Edificios honestos
En esa búsqueda del equilibrio idóneo entre estética y funcionalidad es clave que todos los elementos arquitectónicos tengan una función específica y, al mismo tiempo, contribuyan al relato estético de todo el edificio. El resultado son edificios honestos, cuya funcionalidad es comprensible para todos los que interactúan con él. Desde la disposición de los espacios hasta la selección de materiales, cada decisión debe considerarse con respecto a su impacto en la experiencia de los usuarios.
Un ejemplo de este tipo de arquitectura es Isla de Cortegada, un edificio residencial promovido por Gestilar en Valdebebas, que se entiende con una mirada. Sus dos cuerpos, comercial y residencial, se diferencian de manera limpia. Una separación aparentemente sencilla que ha requerido soluciones estructurales muy estudiadas para eliminar los pilares de todo el perímetro en el punto donde ambos módulos se tocan, provocando que las viviendas ‘floten’ sobre el zócalo comercial.
A menudo, los edificios más impactantes son aquellos que ocultan su complejidad tras una apariencia de sencillez. Esta virtud requiere un conocimiento técnico avanzado y la habilidad de traducir problemas complejos en soluciones elegantes y comprensibles. La arquitectura no debe ser un enigma, sino un lenguaje visual que transmita su propósito de manera intuitiva. De esta forma, los diseños que comunican claramente su función se vuelven accesibles y atractivos para un público más amplio.