La construcción de una vivienda tiene un impacto en el medio ambiente que comienza antes de poner el primer ladrillo; incluso antes de remover la tierra para su construcción. La huella ecológica se inicia con la extracción de materias primas y su posterior transporte para transformarlas en material de construcción, continúa con el uso del agua y la electricidad durante el proceso de construcción de la vivienda, prosigue con el consumo energético de sus habitantes durante su vida útil y no termina hasta su demolición, cuando se genera una gran cantidad de residuos y el proceso vuelve a empezar de cero.
El Consejo para la Edificación Sostenible en España (Green Building Council España o GBCe) atribuye al sector en Europa un 40% del consumo de energía y un 36% de las emisiones de CO2 derivadas de ese consumo. En España, esas cifras se reducen ligeramente: 30,1% del gasto energético y 25,1% de las emisiones.
Levantar una promoción de 98 viviendas supone la emisión de 6.809 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. O, lo que es lo mismo, el equivalente a las emisiones que genera un automóvil al dar 4.400 vueltas a la Tierra. Los datos se desprenden de un estudio impulsado por Vía Célere, la Universidad Autónoma de Madrid y la Fundación de la UAM en 2020.
En los últimos años, el compromiso de las empresas del sector en la reducción de su huella de carbono está siendo notable y la implantación de medidas activas es una constante en todas las nuevas actuaciones, con las que se atiende tanto a la demanda social como a las nuevas reglamentaciones y normativas europeas que regulan el impacto medioambiental de la edificación.
Somos un planeta urbano
Naciones Unidas indicaba en 2018 que más del 55% de la población vivía en ciudades y que en 2030 llegaría al 60%. En Europa, la cifra asciende: el 70% de los habitantes ya reside en ciudades. Somos por tanto un planeta en constante proceso de urbanización y, por ello, cualquier acción encaminada a reducir la huella de carbono asociada a la edificación urbana implica un impacto significativo en las condiciones generales del planeta.
Una iniciativa que trabaja el desarrollo de proyectos sostenibles en las ciudades es la campaña global Advancing Net Zero, cuyo primer horizonte temporal está marcado para 2030. Este modelo de construcción concibe inmuebles que cubren todas sus necesidades energéticas con renovables, preferentemente generadas in situ, para lograr anualmente un balance cero de emisiones netas de carbono en su funcionamiento. El sector de la construcción se enfrenta a tres décadas cruciales para alcanzarlo. Y ya existen decenas de iniciativas, más o menos ambiciosas y todas ellas exigentes, que están impulsando este concepto.
Mejoras medioambientales y económicas
Servicios especializados como el Análisis de Ciclo de Vida, el diseño de estrategias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a lo largo de toda la vida de un edificio o las certificaciones energéticas no solo pueden ayudar a reducir el impacto ambiental de un proyecto, sino también a ahorrar costes.
Si analizamos de forma objetiva el ciclo de vida de un edificio energéticamente sostenible, este se muestra como una verdadera inversión, ya que el capital que se destina al diseño y la construcción se ahorra en la operación y la financiación. Además, se gana en el rendimiento comercial, pues son mucho más fáciles de alquilar y vender. Las nuevas generaciones solicitan de forma activa productos que sean sostenibles por convicción propia; porque creen en ello. Son los ‘nativos digitales’ de la sostenibilidad.
En el día a día de los ciudadanos, esto se traduce en mejoras tangibles para las personas que viven en estos edificios. Porque son construcciones mucho más eficientes que generan su propia energía, usan luz natural y aprovechan y reutilizan al máximo el agua, reduciendo el consumo de la red y generando menos residuos. Edificios que, en definitiva, tienen menos huella ecológica y son más cómodos y saludables para sus usuarios.
La eficiencia energética tiene un trasfondo económico porque, además, las instituciones financieras han incorporado la sostenibilidad como un control de riesgo más a la hora de conceder la ayuda financiera a un proyecto. Esto se traduce en que un préstamo es viable o tiene mejores condiciones cuanto más sostenible sea el proyecto.
Además, los controles administrativos y técnicos implementados por las autoridades se están volviendo cada vez más exigentes por medio de auditorías de eficiencia energética dirigidas a sacar el máximo partido al Real Decreto 56/2016, cuyo incumplimiento puede acarrear sanciones de hasta 60 millones de euros.
Los resultados de estas auditorías se traducen en construcciones eficientes que reducen los costes de operación y mantenimiento de los edificios y logran importantes reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero.
Soluciones que mejoran la sostenibilidad
La mejora de la sostenibilidad de los edificios se puede aplicar en todas las etapas de su desarrollo: desde los análisis de viabilidad a la fase de diseño, construcción y operación. Durante la fase de análisis de viabilidad se realizan Due Diligence de Sostenibilidad y de ESG para identificar riesgos y oportunidades. Se analizan aspectos como la energía, el potencial de implantación de energías renovables o la previsión de calificación energética. Asimismo, se miden valores como las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el potencial asociado a la obtención de certificaciones de sostenibilidad en la edificación (BREEAM®, LEED, VERDE) y de salud y bienestar en la edificación (WELL, Fitwel), así como otros aspectos relacionados con la huella hídrica, la gestión de residuos, la movilidad, la salud, el bienestar o el impacto en la comunidad.
Durante las fases de diseño, construcción y operación se definen las estrategias de sostenibilidad de los proyectos y se analizan diferentes alternativas encaminadas a optimizar su desempeño, especialmente en lo relativo a eficiencia energética y huella de carbono. Los principales parámetros que se analizan son los consumos totales y de energía primaria no renovable de los diferentes sistemas del edificio (kWh/m2.año, y kWh totales anuales), el porcentaje de demanda total cubierto mediante energías renovables in-situ, y la huella de carbono (Kg CO2e/m2.año, y t CO2e totales anuales) en cada una de las fases del ciclo de vida (construcción, operación y desmantelamiento).
En la fase de diseño se realizan simulaciones energéticas, tanto de la solución base como de los diferentes escenarios de mejora propuestos, para disponer de un análisis comparativo desde un punto de vista beneficio ambiental/coste económico para tomar decisiones fundamentadas en cuanto a la solución final.
Estas decisiones que aportan mejoras significativas en el desempeño de los edificios pueden traducirse en aplicar un diseño pasivo (donde se optimice la orientación, la geometría y la compacidad de la edificación en base a las condiciones climáticas), en una optimización del comportamiento térmico de la envolvente o en el correcto dimensionamiento de las instalaciones.
Otra solución destacada es el tratamiento de los puentes térmicos. La experiencia nos ha demostrado que es uno de los aspectos críticos en el desempeño energético del edificio y por ello es importante prestar especial atención a la minimización de los mismos mediante aislamientos por exterior de la estructura, soluciones mejoradas en elementos críticos como forjados de terraza y consideraciones geométricas que reduzcan los puentes térmicos mediante la minimización de los encuentros que los originan.
Algunas soluciones innovadoras requieren estudios más detallados en relación a su eficacia y viabilidad, tales como estructuras termoactivas, sistemas fotovoltaicos integrados en los edificios (sistemas BIPV), sistemas auxiliares a la climatización como los pozos canadienses o la incorporación de instalaciones fotovoltaicas en elementos diferentes de la cubierta (por ejemplo, marquesinas solares), pueden contribuir de forma destacable a conseguir edificios neutros en energía y carbono, especialmente en el caso de edificaciones de varias plantas con mucha superficie construida.
En cuanto a la huella de carbono en construcción (carbono embebido), cada vez se demandan más estudios para ayudar a reducirla. Destacan los resultados obtenidos a través de la realización de un análisis de ciclo de vida completo de la solución base y de los diferentes escenarios de mejora propuestos para estimar la situación de partida y optimizar diseños que permitan minimizar su huella de carbono.
La experiencia adquirida con este tipo de acciones demuestra que se pueden conseguir mejoras muy significativas en la huella de carbono asociada a la fase de construcción, logrando hasta un 35-50% de reducción de las emisiones respecto a una edificación estandarizada.
Si la eficiencia energética en la construcción puede ser hoy en día una realidad, entonces ¿por qué todos los edificios no se construyen ya de esta manera? Quizá por falta de conocimiento, de cultura o de visión de futuro. Tendemos a ser cortoplacistas y a pensar poco en el mañana. Pero una cosa está clara: lo que hoy puede ser una inversión, se traducirá en un ahorro económico y medioambiental a medio plazo.