Análisis y soluciones
La autopista AP-2 Zaragoza-El Vendrell tiene una longitud de 215 kilómetros y conecta tanto Zaragoza como Lleida; el tráfico que soportaba antes de su liberalización era muy bajo en relación a la capacidad de la vía y eran bastante uniformes a lo largo de todo el itinerario, con valores alrededor de 14.000 vehículos al día (20% de ellos pesados) entre Alfajarín y Soses y valores de 9.400 vehículos al día (14% de pesados) en el tramo entre Soses y Mediterráneo.
Por su parte, la autopista AP-7 Tarragona-La Jonquera es una vía de 236,34 kilómetros que acumula uno de los índices de tráfico más elevados del país. En 2019 soportaba entre 30.000 y 40.000 vehículos al día, una cifra que va aumentando a medida que se aproxima al área metropolitana de Barcelona, donde adquiere su volumen más elevado en el tramo comprendido entre el Papiol y Montmeló.
La AP-7 se destina principalmente al tráfico de largo recorrido que bordea o cruza el área metropolitana de Barcelona, mientras que las calzadas laterales (B-30) canalizan el tráfico de corta distancia o agitación en un ámbito que concentra un porcentaje muy elevado de la actividad industrial catalana, así como diversos centros universitarios, parques científicos y tecnológicos, centros de investigación, etc.
Ambas autopistas discurren paralelas a ejes viales de importancia como la N-II, la N-340 y la N-240 que incluyen tanto tramos con sección convencional como tramos duplicados y acondicionados con estándar de autovía. Así mismo, otros ejes viales como la C-31 y C-32 -paralelas por la costa entre Tarragona, Barcelona y Maçanet- o la A-27 -que conecta Tarragona y la AP-2- funcionan como itinerarios alternativos a las concesiones en estudio.
La liberalización del peaje supondrá un aumento de tráfico en la AP-2 y la AP-7, pero también tendrá un importante efecto en las carreteras adyacentes. Estos impactos han sido analizados por el equipo de Tráfico de WSP Spain para plantear soluciones que ayuden a minimizar posibles problemas de funcionalidad y a reducir el índice de accidentabilidad.
El aumento del tráfico en el tronco, y especialmente el incremento de vehículos pesados procedentes de las alternativas libres de peaje, ha requerido una serie de estudios específicos para asegurar la operatividad de la autopista desde varios puntos de vista. Por un lado, los niveles de servicio en el tronco de la autopista, y especialmente en las pendientes prolongadas, han sido evaluados durante los 20 años de horizonte temporal previsto para detectar la necesidad de carriles adicionales.
La nueva situación de estas autopistas ha obligado también a revisar la necesidad de algunos de los proyectos previstos en ellas, por lo que se han estudiado los efectos de su potencial puesta en marcha, teniendo en cuenta en qué fase de su ciclo de vida se encuentran (planificación, redacción, obra, etc). El estudio de tráfico ha permitido determinar la necesidad de continuar con la puesta en marcha de estas infraestructuras a través de un análisis de rentabilidad de los diferentes escenarios contemplados, que como no, incluirán estas actuaciones.