El Océano Atlántico como fuente de inspiración
Una vez definida la lista de deseos, el equipo redactor abordó la siguiente etapa del proceso: ¿Cómo estructurar el parque para que albergara todos los usos necesarios?. Era necesario encontrar un hilo conductor que permitiera unir todos los espacios en torno a un eje coherente. La clave la encontró el estudio de arquitectura, que cayó en la cuenta de que la geometría en planta de la vaguada, con su humedal como espina dorsal, tenía cierta semejanza con la vista aérea del Océano Atlántico y sus costas. A partir de esa línea argumental, se utilizó el carrizal natural y su prolongación a través de un lago artificial para representar el Atlántico, con su norte apuntando hacia la playa de El Sardinero.
Los jardines y taludes a ambos lados de la lámina de agua son las orillas de las costas europeas y africanas, por un lado, y americanas por el otro. Un simbolismo que se reforzó añadiendo elementos y guiños a la geografía atlántica. Para empezar, se plantaron más de 2.000 árboles de las especies más características de cada orilla del océano, cada una en su correspondiente latitud.
Se trata en definitiva de un jardín botánico que, recorriendo el parque desde su norte imaginario en el Palacio de Deportes, permite ir descendiendo hacia el sur mientras se descubren los árboles y especies vegetales que corresponden a cada latitud. Dependiendo de la orilla que se recorra, a un lado u otro del humedal, encontraremos especies europeas o africanas (en la zona que está más cerca del campus universitario) o árboles procedentes de América (en la zona cercana a la S-20).
Así que parte de la singularidad del parque está en descubrir en qué parte del mundo nos encontramos. Para ello se diseñaron también algunos espacios que rinden homenaje a islas emblemáticas del Atlántico. La gran tarima de madera instalada en el lago artificial es una representación de las islas Británicas. Y en el centro del parque, a la altura del humedal natural, una pequeña tarima rodeada de carrizal dibuja a la perfección la silueta de Cuba.
Las pasarelas que cruzan el humedal no sólo permiten observar de cerca a docenas de aves acuáticas y especies migratorias. También simulan algunas de las rutas de navegación históricas que conectaron por primera vez ambas orillas del Atlántico, como la que realizó el marino santoñés Juan de la Cosa como propietario y maestre de la nao Santa María en la expedición que descubrió América en 1492.
Una de las pasarelas rectas que cruzan el humedal de lado a lado representa el trópico de Cáncer, que durante siglos delimitó la situación geográfica de las posesiones españolas y portuguesas en el continente americano. Y la sorprendente pasarela que termina en el centro del lago artificial, cerca de la tarima que simula Inglaterra, es un pequeño homenaje a una de las rutas de navegación más conocidas de la historia: la que realizó el Titanic desde el sur de las islas Británicas hasta el punto a 600 kilómetros al sur de Terranova donde el transatlántico se hundió tras chocar con un iceberg.
El parque comenzó a crecer en torno a este hilo argumental que combina la historia, la geografía y la biodiversidad de la cultura atlántica con unos espacios capaces de ofrecer ocio y esparcimiento a ciudadanos de todas las edades.